Las obras que se ven actualmente, son a parecer del relator, un daño grave a la expresión pictórica en este creciente Milenio lleno de aforismos. ¿Siempre las galerías han servido para acariciar
las necedades de quienes se hacen llamar artistas? Porque, no es artista, el
que pinta para vender. Pues, querido Joven artista, si usted es de los que
opina: “El mejor artista es el que más
vende”. Usted es un comerciante. Y tal título de “artista” se lo adjudica
usted o su mamá, pero ilegítimamente a la moral de los que sienten el arte con
el corazón de pasta pictórica que muchos llevan por dentro.
En tal destiempo de esos literarios, un
caballero barcelonés, Miguel Otero Silva plasmó: “Nada más ajeno al pueblo que esa concepción cerebral y fría de la
pintura totalmente divorciada de sus asuntos y de sus sentimientos. Es solo
algo personal. Un diario de colores que solo su creador entiende (…) El arte
nuevo pretende convertir la pintura en un oficio secundario y decorativo,
auxiliar de la arquitectura (…) Con frecuencia se habla en Venezuela de pintura
abstracta y hasta se practica sin haberse adquirido antes, una idea aproximada
de lo que se está hablando o haciendo”.
Compran los cuadros para adornar. Solo
eso. Quien escribe estas líneas no se opone a la venta, pues el trabajo de
nosotros vale, y todos, por más que queramos expresar nuestro sentir, aquello
que nos inquieta ante el sistema, terminamos usando nuestro estudio para
beneficios económicos, a modo de sobrevivencia; pero llámesenos comerciante y
no manchemos ese título que (por alguna razón, la juventud del escritor no le
permite comprender todavía) existe sobre nosotros.
Por eso, cuando se escucha decir
rebeldemente a un joven: “el arte es
libre y yo pinto así porque me nace” estamos ante la alarmante y
vertiginosa sensación de una vela caída más. Apagándose y oscureciendo nuestro
campo artístico en general. Pues, es cada vez más evidente, que el joven pintor,
“renovador y modernista” (en más de medio siglo comprobado) siendo el que
teoriza más de lo que pinta, ya no está teorizando ni siquiera; y estos, son
los que precisamente son los “embajadores de la plástica”.
Mientras, los poderosos se dan el lujo de seguir las vanguardias de las corrientes artísticas sin que esa rebeldía domesticada altere un solo adarme de
su tranquilidad espiritual en el hogar.