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martes, 27 de febrero de 2018

¿TALLER NECESARIO?

I


Ventanas de centro histórico. Barcelona, Venezuela 
Arze Silveira 2016
    Hace algunos meses, alguien que no vale la pena citar, se burló de la existencia de un joven artistas que andaba en busca de un taller en el cual el pudiera producir en mayor escala su trabajo pictórico. El individuo se burló diciendo que era un “mediocre tradicionalista” y que debía salir de ese “concepto elitista”. Romper reglas, etc.
    Aunque estamos viviendo el futuro con sus pro y sus contras, los talleres de artistas lo hacen los artistas, ellos tienen la última palabra de como realizaran su proceso creativo, bajo cánones intelectuales, academicistas, autodidactas etc.
     La idea de decir que no se necesita taller es inverosímil, raya en lo absurdo, pues, por mucho que reflexionemos en favor de los términos contemporáneos, un taller es y será para muchos creadores visuales un "santuario personal" donde el artista puede construir su concepto definitivo, su proceso investigativo y sus indagaciones emocionales en una obra. El hecho que las tradiciones artísticas no se respeten, no quiere decir que los que buscan un oficio con seriedad y compromiso tengan que salir a irrespetarlas para decir que son “contemporáneos” “modernos” o “rebeldes”. No comprendo la necesidad de aquellos insultos al joven, tan solo por mantener una acción que ha pasado en muchas generaciones que buscan en un taller: un respiro espiritual y de crecimiento técnico.
     La verdad, la decisión la toma el artista y este no se hace más o menos si tiene taller o no, pues al fin y al cabo, hay muchos “Creadores” con grandes talleres y producciones absurdas.  Mientras que hay artistas visuales con "intentos de taller" que son y serán mejores en discurso y trabajo; por otro lado, hay quienes en su “rebeldía creadora” desechan la idea de tener un taller y son chiripas del gremio decadente.
     Es cuestión de comodidad para ese desahogo emocional que plasmamos. Como lo es, para aquellos que lo hacen para estar a la moda y ser sendos “artistazos”. ¿Te hace falta un taller? —Pregúntate— ¿Por qué?
     — En lo personal. Es mi fortín. La abadía de mis sentimientos. Tan solo la creencia de saber que lo construido por mí, es un habitante más que traje a esta tierra; un pequeño átomo que me compone y fuera de él (taller) una partícula que se desprende.

    Mi taller, Es un país. Es un mito. Una nación que solo yo conozco los límites de su soberanía. Donde se percibe a la brevedad, la invasión de seres ajenos a ese mundo. Imagina al planeta tierra habitado solo por ti; así me siento en mi taller. Pero no es entrañable. El corazón de un taller es uno mismo. Un rectángulo techado con las pulsadas de mis creaciones hace un taller. Al final, soy la esencia principal de ese entorno. Sin mí, el taller es solo un espacio. Con mis obras en tal sitio, es como quien se encuentra en coma. Un cuerpo que duerme, aguardando revivir.